Tuesday, January 30, 2007

El amor acaba, y mal


Hay ocasiones en que las buenas ideas no se llevan a una adecuada conclusión. Así como existen hombres y mujeres “casi” hermosos, a veces aparecen ideas que sacadas de su contexto son geniales. Y es que, como escribía Henry James a propósito de Isabel Archer, la heroína de Retrato de una dama, su problema no era que tuviera muchas ideas, sino que la mayoría de éstas eran muy malas y convencionales. Así le pasó a Anne Fontaine, que hizo una película bastante anodina con un título excepcional: Las historias de amor acaban mal, en general. Evidentemente, hay mucha ironía y mala leche en una película que se titula así y que termina en final feliz, después de que la protagonista ha ensayado muchas formas y tiempos gramaticales de conjugación del verbo amar y decide que es mejor regresar a lo conocido, aunque no lo haga con mucho entusiasmo.


Muchas veces acabo desmenuzando películas con amigos y me descubro mezclando escenas y líneas narrativas que nunca pasaron en la obra de referencia, pero que tomaron cuerpo en mi imaginación. De acuerdo con mi memoria, las miradas entre Ingrid Bergman y Humphrey Bogart duraron una eternidad en Casablanca; también puedo jurar que en Fanny y Alexander hay una escena en la que la cara de Dios casi puede verse escondida entre las marionetas de las secuencias finales; y siempre he pensado que los murales que Juliette Binoche le muestra al soldado británico en El paciente inglés son así de hermosos, y provocan tal enamoramiento súbito, porque están contemplados con esos ojos en los que Kieslowski hurgó para buscar el significado de la libertad. Las películas se mezclan. La historia no es lo que ocurrió, sino lo que recordamos que ocurrió.


Las historias de amor acaban mal, en general
, podría ser el título de muchas otras películas que versan sobre la pasión y las leyes que rigen ese extraño universo que se forma cuando dos personas se enamoran.


Primer acto de Las historias de amor acaban mal, en general. Un estafador calvo emplea las revistas de corazones solitarios para contactar a mujeres solas, enamorarlas, robarles su dinero y después acabar matándolas. Este personaje ególatra, enamorado de sí mismo y de un linaje que lo hace imitar el acento español, conoce a una enfermera con dos hijos, soltera y agobiada por la rutina de una vida que la hace ir sin variaciones de la preparación del desayuno a la aplicación de inyecciones a viejos moribundos. Coral, que así se llama la enfermera pasada de kilos y enamorada de Charles Boyer, responde el aviso de Nicolás, el calvo sentimental que asegura es idéntico al actor francés que es la devoción de Coral. Pero la historia de amor no empieza en este momento de la película, pues Coral es pobre y ni siquiera le parece atractiva a Nicolás. Pero ella, como en toda buena película de crímenes, sabe demasiado de Nicolás: que es calvo, que su vida es un castillo de naipes y que sus actividades amorosas tienen una intención criminal. Sin embargo, lo improbable ocurre: Nicolás cae rendido ante el amor que le ofrece Coral, porque puede contemplarse en sus ojos como frente al espejo, sin ocultar sus defectos ni ensalzar sus virtudes. Ambos no vivían, se esperaban. Y este es sólo el principio de una carrera criminal que establece la confianza a partir de la complicidad y que encuentra en la sangre ajena, no en la propia, un motivo de comunión. Al final, cuando el universo que han creado Nicolás y Coral se desborda, el mundo exterior, ese que habitan los seres que crean leyes para evitar matarse mutuamente, aparece en escena. La carrera criminal de Coral y Nicolás está a punto de terminar. El que a hierro mata, a hierro muere, dice el lugar común. Con la barra que mides, serás medido, tercia otro refrán popular en México. Así que lo natural es que los amantes asesinos mueran asesinados. En el mundo que Coral y Nicolás han excluido deliberadamente de su universo, se piensa que morir es la mejor forma de castigo. Pero, ¿qué sigue después de una relación amorosa tan intensa, tan plena de complicidad y sacrificios mutuos? ¿No es la muerte la última cosa que queda por experimentar juntos para estos amantes que ya lo han experimentado todo? La escena final de Las historias de amor acaban mal, en general en la versión de Arturo Ripstein (mejor conocida como Profundo carmesí) termina con los amantes asesinos muertos en un charco de sangre, rubricada por un diálogo en el que Coral declara que éste ha sido el día más feliz de su vida.


Segundo acto de Las historias acaban mal, en general. Un niño francés, fanático del helado de vainilla y contrariado porque su madre le hace usar unos trajes de baño tejidos que le irritan la entrepierna, conoce a una peluquera que parece extraída de una película de Fellini. La mujer en cuestión también está pasada de kilos, usa un lápiz de labios que le recuerda mucho a los de su madre y, además, da unos masajes en el cuero cabelludo que lo hacen evocar los placeres del vientre materno. Es el principio de una historia de amor, como puede verse, en la que el complejo de Edipo tiene un papel fundamental. Pero el chico es muy pequeño para consumar su amor con la peluquera y ésta es demasiado codiciada en el barrio para esperarlo los años que hagan falta. La historia de amor acaba mal, como sucede en general. Pero el destino quiere que el chico, vuelto ahora un solterón maduro, tenga una segunda oportunidad. La peluquera de su barrio posee unas piernas kilométricas y la capacidad de ser todo lo que él siempre asoció con el amor: el helado de vainilla, la castración, Schubert, el mar, los masajes en el cuero cabelludo. Y además ella es hermosa. En la peluquería, ellos construyen un microcosmos cerrado, en el que el amor prácticamente puede ser respirado por todos los clientes, quienes súbitamente se vuelven más optimistas y afirman tener el corte de pelo con el que siempre soñaron. No hay en este caso un fiscal que amenace la relación del chico con la peluquera de sus sueños. Pero el virus de la duda se incuba al interior de la feliz peluquería, donde la castración incluso puede tener un gusto a dulce de vainilla. Matilde, la peluquera, un buen día hila un razonamiento muy sencillo de dos premisas y una conclusión: A. Soy feliz y estoy viva; B. No quiero dejar de ser feliz; C. Por lo tanto: dejo de estar viva. Y se lanza al río, temerosa de que su historia de amor perfecta acabe agrietándose por la convivencia diaria y las pequeñas tragedias de todos los días que corrompen a las obras humanas. ¿Es un final trágico o feliz? ¿Se puede esperar más felicidad cuando ya se ha alcanzado lo que ambos integrantes de la relación amorosa piensan que es la perfección? Finalmente, el chico vuelve a ser un solterón maduro y vuelve a la peluquería en la que conoció sus días más felices. Por eso es que esta versión de Las historias de amor acaban mal, en general, dirigida por Patrice Leconte, pudo haberse llamado (y de hecho así se llama) El marido de la peluquera. Y además, la película está rubricada por la música de Schubert arreglada por Michael Nyman. ¿Qué más se le puede pedir a una historia de amor?


Y siempre hay un tercer acto, también de Las historias de amor acaban mal, en general. Ahora, un guionista de Hollywood se muda a Las Vegas para consumir lo que él imagina son sus últimos días en una borrachera permanente. Por ciertos detalles –porque la película es un derroche de sutilezas– intuimos que el guionista tuvo una carrera exitosa que no pudo mantener ante las presiones del sistema, y que lo que era una hermosa familia se desmembró como consecuencia del fracaso profesional. Quienes conocen la ciudad, dicen que Las Vegas es como vivir las 24 horas del día en un aparador de navidad decorado con sólo accesorios de plástico barato. En un lugar así, surgen los encuentros más improbables. Y el guionista conoce en esas jornadas de autodestrucción a una prostituta hermosa, de buen corazón, como en las mejores novelas de Dickens. La prostituta muestra una actitud defensiva, y el director nos permite intuir que es la actitud de quien ha padecido las peores humillaciones y encima ha tenido que dar las gracias después de recoger la paga por ellas. Ninguna clase de golpe, rebaja a su dignidad o relación sórdida parece ser desconocida para la chica. Y lo inevitable sucede: acaban enamorados. Pero es un sentimiento tan honesto y maduro, que no se hacen ilusiones de cambiarse mutuamente ni se realizan promesas de que el amor durará para siempre. El amor dura hasta que se acaba, y si son lo suficientemente fieles a sus principios, quizá puedan despertar abrazados hasta el día siguiente. No hay nada más que eso: no hay ilusiones falsas ni chantajes, mucho menos rencor acumulándose como resultado de promesas no cumplidas. Ella no dejará las calles y él continuará con su propósito de matarse. Las últimas pastillas de antiácido el guionista se las bajará con un trago de whisky, y será incapaz de consolar a su chica que acaba de ser violada por una pandilla de estudiantes. La versión más dura, pero también la más lucida, de Las historias de amor acaban mal, en general fue realizada por Mike Figgis. Un tipo del que se extraña cada vez más su cine, después de lo que hizo en Adiós a Las Vegas.


El amor puede ser un perro infernal, como dijo Bukowski, pero también sigue siendo cierto que, como cantaron ciertos ingleses, todo lo que necesitas es amor. El amor es el diablo, como sugiere la obra de Francis Bacon. Pero también es la búsqueda de la mitad que, en el mito platónico, completa la unidad indivisible que éramos al inicio de los tiempos. Hay amores celosísimos, como el del Dios del Antiguo Testamento que exige el sacrificio de los hijos como prueba de lealtad. Otros son tan libres que permiten que, como la Luna y la Tierra, cada uno de los implicados conserve su espacio de acción. Sabiendo que las historias de amor acaban mal, en general, podemos agradecer cuando, en lo particular, nos encontremos enfrascados en una relación que cumpla con tres condiciones: 1) que nos haga querer matar al mundo entero para defender el universo construido, aunque de hecho nunca lo llevemos a la práctica; 2) que nos permita suponer que el objeto del afecto es el que se ajusta a nuestras más tiernas fantasías sobre el amor, es decir, aquellas que tienen un gusto a vainilla, y 3) que nos lleve a no intentar cambiar nada de la otra persona, porque incluso sus defectos resultan parte fundamental del conjunto por el que ahora sentimos devoción. Decir que las historias de amor acaban mal en general, pierde su validez de regla universal frente a ejemplos concretos de gente que es feliz, que se enamora todos los días y que, sabiendo lo difícil que es vincular dos mundos radicalmente opuestos, acepta el reto de dejarse llevar por el instinto.

24 comments:

Grismar said...

Qué temita. El terminar mal se relaciona con las viejas consignas "el amor es para siempre", "hasta que la muerte los separe" y con la sensación de eternidad en la que nos sumergimos cada vez que nos enamoramos. Si ya no hay amor no hay mejor final que la separación, y si uno aún lo siente y sufre, también es el mejor final, el que más lo respeta. Creo que el único amor que acaba mal es el que nunca empieza, el que se anula en sí mismo. Si el amor produce vida en todo sentido, y la vida produce inevitablemente muerte ¿qué estaría mal? no es más que natural, sino sería como suicidarnos al nacer porque tarde o temprano moriremos.
El primer acto me recordó una pareja, Bonnie y Clyde se llamaban.
besos

el juntacadáveres said...

mmm... pues yo creo que si... que el amor acaba mal... no sé... sera mi historia pero yo creo que el amor siempre acaba mal...
jajajaja... si, soy el peor de todos porque creo que el amor es el diablo (como la película)... pero no sé... en una de esas tienes razón...

el juntacadáveres said...

"La historia no es lo que ocurrió, sino lo que recordamos que ocurrió..." creo que tienes mucha razón en esta parte... que es una visión constructivista del mundo no¿? los hechos -las historias- son vividos o construidos por cada sujeto desde su (obvio) subjetividad... por eso mismo uno atesora momentos o escenas que para alguien más pueden no significar nada...

saludos...

Arkturo said...

cielos, después de leer esto, me hás medio traumado.

la ignorancia en el amor es aún peor, que el mismo.

me siento mal, de aún no tener los suficientes requisitos para querer.

Creo, que a momentos lo que escribes se refleja en demasiados momentos en mi realidad.

mi mama es una enfermera que inyecta a viejos.

Cuando mencionaste la parte media religiosa de todo ésto, me acordaste de una pequeña parte de la pelí Hedwig en donde la confusión de un niño que a momentos siente que dentro de el vive atrapado una mujer. Sus dudas y traumas, lo llegán a confundirle aún más en la adolescencia, a pensar, si encontrar a alguién para amar, se necesita buscar la otra parte que te complementa, que si tal véz tiene lo que uno no tiene. eh de allí una genial canción llamada el origén del amor, que es toda una oda de como nació este elemento de doble filo llamado amor.

yo en algún momento de mi precoz vida, estuve lavado del cebrero con el hecho de quererme quitar la vida, de embrigarme cada fin de semana, y de meterme cosas por las vías respiratorias, por el ingorante amor que suponía tener con mi único amante demente.

me siento mal. y no sé si, por el motivo de la muerte de Nicolás Cage, o por el hecho de que

aún no logro completar los requisitos básicos para amar de verdad.

solo estoy seguro de que yo amo tus textos

y a tí en buena proporción.

muak!

Zelig said...

Aquí hay un dicho, que se verbaliza con acento mexicano (vaya usted a saber por qué) que dice: "De qué sirve el amor si al cabo la pasión muere."
O dicho de forma más castiza: "El amor dura lo que dura dura." Que cada cual le ponga la categoría semántica a cada uno de los "dura".
Al final, como dice mi estimado W. Allen en "Annie Hall", nos queda la masturbación que "es sexo con alguien a quien quieres".

Disfruten del amor (o mejor aún, haciéndolo). Por cierto las mejores canciones, poemas, libros, películas, etc. son las de desamor. Será nuestro natural humano que nos lleva a sufrir.

Love doctor said...

Me gusta más tu post que la película.

M said...

Resulta entonces que soy afortunado y estoy agradecido... Te envío un fuerte abrazo. El café, ¿para cuándo? ;)

Miguel Cane said...

Mario,

Me he sorprendido al descubrir tu blog hoy. Ha sido un placentero hallazgo. Al ver tu listado de lecturas y cintas encuentro afinidades que me sorprenden también.

Haré un recorrido exploratorio más en profundidad y mientras, aprovecho para ponerme a tus órdenes, igual que a mi blog, mismo que, me supongo, encontrarás pálido y tembloroso comparado con tu escritura tan llena de matices y texturas.

Saludos cordiales,
MC

senses and nonsenses said...

La historia no es lo que ocurrió, sino lo que recordamos que ocurrió.
o
Como no soy un objeto no puedo ser objetivo; soy un sujeto, soy subjetivo.
y en ese sentido va mi comentario: me quedé pensando en lo que contabas sobre 'el marido de la peluquera'. aunque tu silogismo es interesante y pertinente, yo lo que ví es la idealización del objeto de deseo. Un recuerdo infantil edípico, como los pechos fellinianos de la peluquera, le hace construir la imagen de su peluquera ideal: bella, tierna, servicial, sumisa...
los bailes en la peluquería y la noche de la borrachera con colonias en la que se despierta sólo al amanecer apuntarían en ese sentido.
fue un tema de cine-forum cuando se estrenó, quería apuntarlo.
El amor acaba, y mal: a no ser que sea platónico; aunque en este caso, incluso hasta el amor idílico, acaba mal.
un abrazo.

Arkturo said...
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Arkturo said...

vuelvo a leer el post y se me sale un video de la manga con todo esto.

http://www.youtube.com/watch?v=qOygC5KVMjE

amo a los Smashing Pumpkins tanto como a tí y lo que escribes

Mariluz Barrera González said...

El amor...
me encantó leer tu escrito justo en estos momentos de mi vida. Soy terapeuta y lo que mas escucho estos días en el consultorio son historias de amor que acaban mal; (muy pero muy mal)o mas bien -como dice grismar- que nunca empezaron; pero lo que mas me asusta es la capacidad que el ser humano está perdiendo de mirar al otro en toda su necesidad, su existencia, su sufrimiento y en su dolor; que es tal vez la consecuencia de dejar de mirarse primero a sí mismo y empeñarse después en una busqueda loca y desesperada de hallar un reflejo en el otro que nunca encontrará.

Y Desgraciadamente en relaciones que terminan o que nunca comenzaron los que terminan muy mal por que los adultos no saben sobrellevar su propio dolor y mucho menos son capaces de enfrentar el de otro, son los hijos.

Mil Felicitaciones, me ha gustado mucho tu blog.
Saludos desde detrás de la muralla.

http://mbgenvozalta.blogspot.com
http://rboexpediente.blogspot.com

Josue said...

La verdad eso siempre me ronda, de que acaben mal, pero es que creo que cuando uno falla y el otro se vacia es donde comienzan los conflictos o aveces simplemente por que te enamoras de la persona o como es contigo y como te haze sentir que eso no es amor...
Eso seria arrogancia escondida
ahhhhhhhhh ... (me empezaba a enojar mejor lo dejo ahi por lo sucedio a quien esto escribe mejor asi esta bien asi esta bien...)

Arkturo said...

no no se romperá dentro de 2 años, es una burbuja hecho con detergente sueco

eso durán más, y huelen muy guays.

jajaja, si somos adolescentes los dos, hay que irnos de marxa un día.

tendré que ahorrar para ir a Ciudad de México en algún próximo año.

Max Demian said...

ail.comQue buena trilogia elegiste para presentar tres formas (y algo histericas) de mostrar lo que es el amor. Principalmente soy adepto a las trilogias, ya sea porque la primera atinaste, la segunda se falla y la tercera confirma alguna de las 2 anteriores (comentario aparte del post publicado)
Supongo que el amor te aleja del mundo, como profundo carmesi, te omnibula y te mantiene pisando nubes como en el marido de la peluquera y tienes un complice perfecto como en adios a las Vegas. Amor-pasion, quizas sean sinonimos, o talves antonimos, quien sabe, solo decir que uno nunca tiene consciencia de cuanto durara estar enamorado, como tampoco sabe que pudo haber sido amor verdadero.
Muy buena pagina.

Arkturo said...

hay mario me siento mal =(

después de una tarde de cervezas entre colegas, los problemas, salen a flote.

f*ck alcohol

tu.politóloga.favorita said...

Si editara una revista sobre cine te pediría que escribieras en ella!
Pero como ese no es mi giro, pues I'm sorry y bonito post!
saludos!!

gaby said...

me gustó lo que alcancé a leer del post, muy buen tema para discutir.

termino mañana... saludos!

Silencio said...

Si, el amor acaba mal, me cae, pero siempre hay que estar dispuesto a pagar el precio, como dije a una amiga, me enamoro y me vale porque se que terminaré mal, pero esto que siento nadie me lo quita.

Y si, aun me duelen las piernas, y aun se me estruja la posibilidad aunque un no es un no.

Anonymous said...

Una sentimiento similar al que describes en el segundo párrafo me sucede con "In The Mood For Love", particularmente en la escena donde escuchamos por primera vez el Yumeji's Theme de Umebayshi Shigeru y vemos como las parejas coinciden a la hora de la cena en casa de Mrs. Suen, y vemos que una figura femenina se desliza suavemente hacia la pantalla, provocandome un éxtasis visual inexpicable y al mismo dando tiempo las gracias por la existencia de Wong Kar Wai.

Otra historia que pudiera perfectamente titularse Las historias de amor acaban mal, en general, pero que finalmente terminó llamandose In The Mood For Love.

Mario said...

Grismar:

Bonnie & Clyde son uno de los antecedentes directos de Coral y Nicolás. También los son aquellos asesinos que Leonard Kastle filmó en su película "The Honeymmon Killers". Y sus herederos podrían ser esa pareja de ancianos españoles que tanto me conmovió el año pasado, cuando salió en los periódicos que él la mató a ella, quien padecía Alzheimer, porque ya no lo reconocía, y que hubiera él hecho lo mismo con su propia vida si la policia no hubiera intervenido. Las historias de amor siempre terminan mal. Aunque los finales atroces de unos son los finales felices de otros. Pero quizás habría que complementar esto con la frase de una canción de Liliana Felipe, una argentina que vive en México: "porque no puede ser sano, lo que nunca se ha podrido". En cualquier caso, habría que decir que lo maravilloso de las reglas humanas, es que están hechas para quebrarse: espero que lo mismo valga para la regla de que todas las historias de amor terminan mal...

Junta:

Construir la historia personal es un acto tan libre como el de trazar un mapa: aunque la geografía de referencia sea la misma, dos cartógrafos pueden llegar a representarla de manera muy diferente. Para uno, el borde del océano es motivo de horror; para el otro, la promesa de fauna y flora desconocidos es simplemente irresistible. Y es que la propia piel de los cartógrafos, y también de quienes no lo somos, está marcada por las huellas de otros exploradores, de quienes elegimos o no preservar el recuerdo...

Arkturo:

Todos somos bastante ignorantes del amor, afortunadamente. Sólo un ser como Dios podría estar completamente satisfecho de que sus deseos y sus logros coincidan de manera plena. Pero nosotros, simples mortales, estamos condenados a enamorarnos una y otra vez hasta que encontremos a la persona que nos haga quemar las naves. Esa es una imagen bonita: quemar las naves, porque las ansias de viaje se han terminado, aunque eso no signifique que se acaben las ansias de movimiento. Aunque no te creas, la libertad también puede convertirse en un vicio, más peligroso incluso que el del alcohol, jejeje... ¿Ese detergente sueco sirve para limpiar las heridas de guerra del amor? Espero que sí, que los suecos son muy ingeniosos para eso de los inventos...

Zelig:

Hay otro refrán mexicano (de hecho no se si es mexicano, pero si que suena mejor con entonación de mexicano) que dice que la vida es como las gelatinas: unas cuajan y otras no... Y como somos obsesivos, en lugar de hacer otro postre para sustituir al fallido, resulta que hacemos una oda a las razones de por qué la gelatina no cuajó... De eso sabemos un poco por estos lares, la tierra de José Alfredo, de Rulfo y su añoranza por los muertos, de las rancheras...

Lovedoctor:

Pues a mi siempre me gustan tanto tus posts como tus películas. Espero algún día poder hacer un post sobre una película dirigida por vos...

Medeo:

Considerese usted afortunadísimo, don Medeo. De hecho, la del amor que acaba mal es una de las reglas cuya violación celebro cada que ocurre. Yo no sé, pero de este lado de la blogósfera la relación que han construido usted y el Erario me hace pensar que no todo está perdido, que se puede ser el mejor amigo del amor de la vida, que se puede acompañar a alguien sin agobiarlo... Y por supuesto que no me perderé la oportunidad de conocerlos a ambos, sólo ténme un poco de paciencia, pues la chamba está muy fuerte... Un abrazo

Miguel:

Bienvenido. Que la gratitud por el afortunado encuentro es mutua. No hables de palidez. Pero una página temblorosa es una metáfora muy bonita: como la carne trémula a la que Almodóvar le dedicó una de las películas que más me gustan de él...

Senses:

Sólo el amor platónico es perfecto, porque se halla fuera del tiempo y de la corrupción que invade todo lo humano. Afortunadamente, nosotros estamos muy contaminados de finitud, de contingencia, y por eso podemos dejarnos invadir por el amor como quien baja la guardia frente a un catarro. Pero eso no quita que a veces, al ver ciertas películas, al leer ciertas obras, nos invada una especie de nostalgia por la ausencia del conflicto...

Mariluz:

A veces confundimos el amor con el miedo a estar solos. En ocasiones jugamos demasiado rudo con quien decimos amar, y al final nos acabamos dando cuenta que al lastimar a esa persona nos hacemos daño a nosotros mismos. Por supuesto, los más cínicos nunca se darán cuenta. Pero el final del amor te lastra con una lucidez poco común: entonces puedes darte cuenta de todo lo que has concedido, de todos los espacios a los que has renunciado. Y luego viene la pregunta inevitable de si eso ha valido o no la pena... Quizá el único consuelo frente a tanta lucidez, ganada a golpes de corazón, sea aquello de que "lo que no te mata, te hace más fuerte". Gracias por venir aqui por primera vez...

Josué:

Más que enojarme, empecé a ponerme triste al terminar de escribir este post tan largo. Yo quería que la gente se indignara y me dijera que no: que el amor si existe, que el pesimista era yo, que la vida es bella (aun estando en el campo de concentración, como diría Roberto Benigni). De los comentarios hechos, sólo Medeo nos da testimonio de una relación saludable... Y es que el amor se confunde con muchas cosas que no son amor. Arrogante también es quien crea que vale la pena pasar por este mundo en soledad...

Max:

Vivir enamorado es vivir un poco en la inconciencia de dar por garantizado que las cosas seguirán igual el día de mañana. Como decia Berkeley: el escéptico total caba paralizado porque duda con terror de que el sol salga el día de mañana. Digamos que siempre damos muchas cosas por sentadas, y el amor no es la excepción. Y un día simplemente el sol deja de salir. La química cerebral que predispone a las personas a enamorarse puede cambiar súbitamente. Y luego viene la lucidez del post coito: porque como dicen, el hombres es el único animal que se pone triste después de la cópula...

Politóloga:

Muchas gracias por el halago. Si yo editara una revista de política, sin duda te llamaría. Sobre todo ahora que tan necesitados estamos de una revisión profunda de la izquierda... Aunque mira, en estos tiempos violentos, puedo maquilar artículos de cualquier tema que no sea cocina o primeros auxilios. Tú dime a dónde te mando mi curriculum,jejeje...

Gaby:

Hay que pensar estos temas, pero no mucho, porque luego se vuelven obsesión. Alguna vez escribió Cortázar que le daba pena escribir tanto sobre un tema, el amor, que a otros les bastaba con vivir. Bienvenida...

Silencio:

El "no" tiene una contundencia que sólo puede ser superada por la ligereza del "si". Pero, como bien sabes, hay heridas que no dejan de sangrar, que se hacen independientes del cuerpo y que acaban confundiéndose con los raspones en las rodillas. ¿Podríamos pedirle una tregua al corazón? Seguro que no. Como dices, aunque sepamos que duele, a fuerzas queremos olvidarnos del escepticismo y dejarnos llevar por la locura...

Beto:

Tienes mucha razón. Faltó ese capítulo. Aunque por el bien de la simetría, se quedo en trilogía, jejeje... Esa escena rubricada por el tema de Yumeyi es una de las cosas más eróticas que se han filmado en la historia del cine, aunque no se muestra un sólo centímetro de piel. La música, la cadencia de los pasos perdidos de uno y otro personaje destinados a encontrarse y perderse. Hay otra secuencia muy hermosa de esa peli: cuando el personaje de Maggie Cheung va saliendo de la habitación en la que está ayudando al escritor a completar sus textos, empieza el tema musical éste, y de pronto ella se queda con el tacón suspendido en el aire, dudando de si completar su camino lejos de él o regresar a terminar la historia de samurais que tanto le obsesiona... No sé si sea una de las historias de amor que terminan mal. "2046" es una película no sobre el amor, sino sobre el recuerdo del amor, sobre los dispositivos narrativos a través de los cuales preservamos el recuerdo de lo que amamos...

Tessitore di Sogno said...
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Tessitore di Sogno said...

Querido Mario, Debido a ciertas circunstancias desde hace un par de días y en adelante estaré muy controlado en cuanto a frecuencia y contenido de lo que hago en el ordenador de mi oficina pero no quería perder la oportunidad de comentarte que es irrelevante si acaba bien o mal, al menos para mi que soy muy sensible lo importante es darlo todo y disfrutar cada día, siempre y cuando nunca perdamos la capacidad de amarnos a nosotros mismos por encima de todo. Te deseo un bonito fin de semana y me uno a los comentarios que congratulan tan hermoso post.

Mario said...

Tessitore:

Tienes mucha razón: cuando uno declara su escepticismo respecto del amor a cada momento (como ha sido mi caso en estos días, jeje), lo que en el fondo quieres es que te desmientan, que de repente te descubras en medio de la historia de amor que no termina mal. Estoy de acuerdo contigo en anclarse al presente, porque es lo único que está garantizado. Aunque es algo humano imaginar el final de todo lo que recién inicia. Es como la historia de Karenin, el perrito de Tomás y Teresa en "La insoportable levedad del ser". Karenin está muy enfermo de cáncer y, cuando todavía puede caminar, Tomás le dice a Teresa que le tomen una foto para recordarlo. Teresa, muy enojada y también muy triste, le pregunta a Tomás cuándo le tomará a ella la foto para recordarla después su hipotética muerte... Es muy fuerte lo que se dicen Tomás y Teresa, y no cabe duda de que se quieren mucho... Un abrazo, querido Tessitore, y no te dejes, date tus escapadas a la blogósfera...