Sunday, January 07, 2007

Los héroes están fatigados


“It is the time just before rain, the time when the flies bite like kamikaze, when the birds fly low and the sky hangs overhead black, heavy and expectant, when all the colors are washed in gray, subdued and intense, yet punched through by radiant hues. It’s about to burst. A heavy sense of expectation, of lowering, of time just before something large overwhelms the picture, the frame, the rhythm, the colors, the light, the music and the characters. Still, the story moves fast, faster than words”.

Milcho Manchevski, Before the Rain


Las personas e incluso las naciones pueden contar, llegado el momento preciso, la historia de su educación sentimental. La educación sentimental es ese conjunto de creencias y valores que Gustave Flaubert mostró como el sustrato que da unidad a la diversidad de experiencias que resultan del encuentro de la propia subjetividad con la subjetividad ajena. Solo nosotros habríamos podido responder como en efecto lo hicimos frente al odio, amor, deseo, pasión, rencor, atracción, repulsión o indiferencia que la otra persona nos expresó, porque tenemos una educación sentimental que nos hace particulares. La educación sentimental, vista de manera retrospectiva, permite a una persona reconocer el proceso que la ha llevado a ser lo que de hecho es, y mirar en sí lo que tiene de condicionamiento y de elección libre. Somos libres para leer de manera retrospectiva esa educación sentimental, pero no lo somos tanto como para distanciarnos totalmente de ella.

En muchos sentidos, la libertad y autonomía que deseamos como propias son negación de la educación sentimental que recibimos en la familia, la tradición, la escuela y el trabajo en los que de manera más o menos voluntaria nos hallamos insertos. Y si es difícil renunciar a la familia de la que provenimos para constituirnos como personas autónomas, mucho más lo es tomar distancia del conjunto de prácticas tradicionales que configuran la idea de nación a la que se supone debemos tener lealtad incondicional. En algún momento de mi adolescencia me di cuenta de que no me identificaba con la idea de lealtad de mis padres, con la religiosidad de mis tías, con la visión esencialista de las personas que aprendí en la escuela y, mucho menos, con el desmadre y la irresponsabilidad que se supone nadan en la sangre de los mexicanos de manera natural. “Podría ser mi padre, podría ser mi madre, pero también podría ser yo”: así describía Ingmar Bergman en Las mejores intenciones su necesidad imperiosa de recuperar su educación sentimental de una manera ficticia –no fiel a los hechos, sino a la coherencia de las experiencias– y que le permitiera reconciliarse con el pasado. Ese pasado –de acuerdo con Bergman– está conformado por una multitud de actos de generosidad, pero también está poblado por gestos de ira, odio, envidia y egoísmo que nos hacen ser lo que somos. Recuperar la generosidad y el egoísmo que nos constituyen a partes iguales, y reconciliarnos con las personas en las que hemos depositado estos sentimientos, es parte del proceso de observar críticamente nuestra educación sentimental.

En la educación sentimental de las personas, los héroes desempeñan un papel fundamental. La forma narrativa que ha configurado la modernidad occidental nos ha acostumbrado a exigir de las novelas –y ahora del cine– la existencia de un personaje central alrededor del cual giran los acontecimientos que se acumulan para nuestro entretenimiento. Queremos conocerlo todo de ese protagonista, y exigimos que sus actos sean explicables a partir de las premisas del psicoanálisis o cualquier otra escuela de pensamiento que asuma como tarea la de predecir la conducta humana de manera completa. Incluso nos decepcionamos si el héroe de la narración reacciona de una manera inesperada. En este sentido, como decía Borges en su relato “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, reconocemos una narrativa no occidental por su renuencia a atribuir las obras a un solo autor y a hacer depender la trama de las fluctuaciones de los estados de ánimo de los personajes. En las narrativas no occidentales no habría una descripción psicológica de los estados de ánimo como tampoco existiría la noción de plagio: pues ambas cosas dependen de un relato configurado desde la subjetividad y dirigido a explorar la subjetividad. Pero nosotros, que somos occidentales sin remedio, necesitamos de los héroes.

Hannah Arendt localiza el declive de la cultura helénica en la transición de la épica heroica de hizo de Aquiles el paradigma del valor a la tragedia ática que colocó a Edipo como arquetipo de la heroicidad. Aquiles, u Odiseo posteriormente, eran nombres que en la Hélade de los tiempos de Homero (ese coro de poetas que la historia de la literatura ha reunido en un solo autor) evocaban el valor y el coraje a prueba de cualquier obstáculo. Aquiles tenía un espíritu noble y valeroso que le venía por su origen divino y, por tanto, bastaba con su presencia en el campo de batalla para que los ejércitos se doblegaran ante él. Aquiles no podría haber conocido la derrota, a no ser que la fortuna –y no los actos de otro ser humano– le hubiera puesto una trampa. Para Arendt, esta imagen de heroicidad no podría haber sobrevivido en la Atenas de Pericles, porque lo que la política griega necesitaba era una idea del valor y del coraje que pudiera estar al alcance de todos los seres humanos y no sólo de un pequeño puñado de semidioses. Los héroes griegos debían tener el coraje suficiente no para ganar guerras sino para batirse en duelos de argumentación en el Ágora. Por eso es que, de acuerdo con Arendt, en la Atenas democrática empezaron a florecer los héroes trágicos como Edipo, Filoctetes o Medea.

Edipo no era responsable de su tragedia, e incluso cuando intentó usar su fuerza para remontar su suerte funesta, esto no hizo sino precipitar la espiral de violencia sobre él. Filoctetes regresó de la guerra de Troya herido, y esperaba en el campo de batalla el auxilio de los dioses para curar su cuerpo y volver a combatir al enemigo. Medea, por su parte, clama que existen leyes justas que la naturaleza fija y que deben servir para corregir las injusticias de las leyes creadas por los seres humanos. El conflicto trágico surge, precisamente, porque el héroe se localiza en medio de una situación que es ambigua y que no puede resolverse por referencia a la virtud o la bondad. El héroe trágico no tiene el control total de sus fuerzas –como sí lo tenía Aquiles– y debe reconocer que aquellos que lo enfrentan son tan dignos de respeto y consideración como él mismo. La razón acompaña a Edipo, a Filoctetes y a Medea, pero la tragedia radica en que los enemigos de estos héroes también tienen buenas razones para defender sus posturas vitales. A Edipo, Filoctetes y Medea, el ejercicio de la virtud tal y como los griegos la concebían –la unidad de la bondad, la belleza y la verdad– no les trae como consecuencia automática la felicidad. La conciencia griega empezó a resquebrajarse cuando las ambigüedades y contradicciones del mundo real –ese que empezaron a invadir los romanos imperialistas– hicieron insoportable la existencia del héroe trágico. Los héroes ya estaban fatigados de luchar, de ser virtuosos, sin que sus esfuerzos les garantizaran el logro de la felicidad al final de sus días.

Ya no tenemos héroes totales como los de la Grecia arcaica, y más bien nos parecemos mucho a Medea: tanto, que sus lamentos dirigidos al cielo reclamando una justicia divina que corrija las injusticias humanas podrían ser los nuestros. Pero que los héroes estén fatigados, no significa que nos hayamos quedado sin modelos para nuestra educación sentimental. Más bien, debemos volver los ojos hacia otro lado: el esplendor de la virtud antigua ya no está disponible. La modernidad significa, entre otras cosas, hacernos responsables de nosotros mismos porque Dios no tiene cabida en un mundo que convierte al ser humano en la medida de todas las cosas.

En mi educación sentimental han sido fundamentales muchos héroes, algunos reales y otros ficticios: mi madre, mi padre, Luis Buñuel, Thomas Ripley, Isabel Archer, Salman Rushdie, Leonar Cohen, Mozart, el chico de El guardián entre el centeno, mis amigos que han hecho de su vida una obra de arte, Henry James, Francisco de Goya, Hannah Arendt, Schubert, Arturo Ripstein, Pasolini, Bergman, Kieslowski, los comunistas franceses del mayo del 68, Rosa Parks, Martin Luther King Jr., los familiares de las costureras que se unieron para rescatar a las víctimas del terremoto de 1985 que destruyó la Ciudad de México, los mexicanos de izquierda que no se han dejado seducir por el dogmatismo. Pero estos héroes son coherentes en su falta de coherencia; unitarios en todas su ambigüedades; sus vidas son como frescos esplendorosos pintados sobre muros que se están cayendo a pedazos. Estos héroes son como vasijas griegas que mantenemos artificialmente unidas e intactas en los museos, como recuerdo del poder de la creatividad humanas. Si las vasijas no tuvieran fracturas, carecerían de historia. Si los héroes no hubieran flaqueado en momentos claves, quizá no hubieran tenido esa lucidez inconsciente que les permitió arrojarse a la acción sin esperar sus resultados. Con héroes vivos de este tipo quiero acompañarme a partir de este momento en mi vida: ahora que estoy tan falto de valor, de certezas y de apoyos, y que al mismo tiempo quiero poder asomarme al espejo para contemplar a una persona auténticamente libre que toma decisiones de manera responsable y no obligado por las circunstancias y el desánimo. Seguro que en el camino tendré que desaprender muchas cosas que constituyen el núcleo de mi educación sentimental, pero creo que vale la pena intentarlo.

13 comments:

senses and nonsenses said...

adoro esta película!!! y aunque te tendré que leer esta noche, no he podido evitar decírtelo. me ha encantado ver que dedicas tu post a esta película.
"El tiempo nunca muere, los círculos siempre se cierran".
un abrazo.

senses and nonsenses said...

tenía que haberte leído antes de comentar. 'before the rain' es sólo el inicio del post que, desde que sigo tu blog, más me ha gustado. somos... no somos más que nuestra educación sentimental, la gente que conocimos, las pelis, libros, canciones que amamos. buñuel, kieslowski, bergman, el guardián entre el centeno... me encanta seguir descubriendo puntos en común.
tb suelo utilizar mucho el concepto 'desaprender', estoy tan de acuerdo contigo.
seguiremos necesitando héroes aunque sean anónimos, buscándolos aunque estén cansados.
un abrazo.

Silencio said...

La recuerdo perfectamente, humm la música del restaurante cuando dispara el tipo, la recuerdo, cuando veiamos de alguna forma un conflicto largo y veiamos el repetir de esos patrones en nuestros propios circulos.

Saludos

Creo que escucharé la musica, debe andar por ahí.

M said...

De ahí mi nombre. Las limitadas posibilidades que ofrece un mundo con tendencia paranoica al libre mercado restringen aún más la búsqueda de la felicidad. No hay posibilidad de ser héroe a la antigua... Aún si los valores no compitieran entre sí, me parece que nuestros tiempos degeneran en cuotas de dolor incrementadas. Nadie lo ha pedido así.

Tessitore di Sogno said...

Querido Mario: Mis héroes son los ojos tiernos de mis amigas, la bondad y abrazos de mi pareja y la esperanza de ser mejor persona cada día. Agradezco la educación sentimental que mis padres y mi entorno en la infancia me dieron y en gran parte estoy orgulloso de como soy, no así hay métodos (como planteas) que podrían ayudarme a entender y poder afrontar parte de esa educación que a diario lucho con dolor por comprender y es en ellos, en mis héroes, en donde encuentro grandes motivos para seguir adelante. ¡Un Abrazo!

el juntacadáveres said...

creo que no podemos olvidar que llegado un momento nosotros comenzamos a decidir qué educación sentimental nos formaría... digo, no escapamos de lo que estaba ahí cuando llegamos, pero al menos y eso nos hace formar parte de una élite, en algún momento fuimos capaces de escoger qué nos daría forma y contenido... y es un poco de orgullo no¿?... lo mismo ocurre con lo heroes... asi que traicionamos a los heroes primigenios, nuestros heroes primigenios, por esos extraños, esos extranjeros que nos ofrecieron su mito... que igual, y como habiamos dicho antes traicionamos en algún momento cuando nuestro camino nos llevo a otros lugares...
no había comentado porque quería leerte con toda calma... como hago ahora... gracias por compartir tanto...
saludos...

Arkturo said...

Lost In Puebla

andando por acá

eh comprado en barrios bajos.

Babel
Tsotsi
Expreso de Media noche
Fataless
y la tan genial Little Miss Sunshine

necesito conseguir happy together para mi colección

Mario said...

Senses:

"Y es necesario guarecerse de la lluvia, porque se acerca pronto hacia acá". Esa lluvia que en nuestros tiempos casi siempre es violencia. De verdad, que "Antes de la lluvia" es una gran película (no grande como las mejores del año, sino como una de las más profundas, sinceras y poco complacientes de las que he visto en mis 28 años). No me puedo creer todávía que sea la primera película de un chaval macedonio que en aquel año tenía 34 años y que se propuso reelaborar mitos y héroes como Romeo y Julieta y Odiseo. En fin, una gran película que no he vuelto a ver desde aquel lejano año de 1994, cuando apenas tenía yo 16 y empezaba a descubrir los placeres del cine... Y por lo otro, pues muchas gracias. Es muy significativo lo que dices... Un abrazo y un pequeño regalo: en el sitio de Milcho Manchevski se puede descargar el guión completo de la película en inglés y macedonio. Visita: http://www.manchevski.com.mk/html%20en/PredDozdot%20scenario.doc

Silencio:

Exacto. La violencia nunca es privativa de un sólo ambiente o de un patrón cultural. Ese fue el principal logro de la película: decir sin rodeos que la intolerancia está a flor de piel en Londres o en Macedonia. Y la música reproducía muy bien esta sensación de círculos concéntricos que se van cerrando... Yo también quisiera escuchar la música de nuevo, sólo que a mi me la robó una bruja que tengo como compañera de oficina. Le caerá la maldición de Anastasia y el círculo dela vergüenza se ceñirá sobre la bruja en cuestión...

Medeo:

Tú eras uno de los destinatarios del post, y tu nombre echo a andar mi ociosa imaginación para escribir lo que escribí. Tienes razón: no son tiempos de conflictos heroícos, sino de trágicos. Vivimos en un mundo desencantado, pero no podemos añorar recuperar esa visión unitaria de las cosas en relación con la cual los conflictos podríam resolverse automáticamente. Querer reencantar el mundo es pasar por alto que somos personas diversas y que todos tenemos derecho a forjarnos una idea de lo bueno y a perseguirla sin interferencia de nadie. Debemos ser fríos para pensar estas cosas, porque efectivamente, la violencia ronda a las cuestiones morales de este tipo... En fín Medeo, que cada quien habrá de encontrar motivo de inspiración (o de consuelo) en su panteón particular... Un abrazo

Tessitore:

Bienvenido de nuevo, tú que eres un personaje heroíco de la blogósfera. Generalmente soy un poco escéptico y pesimista en relación con el futuro. Pero nunca lo he sido respecto de lo que dices: de la posibilida de descubrir actitudes y personajes heoricos en los lugares insospechados: los amigos, la pareja, un desconocido y, por supuesto, en los bloggers que surfean por la red... Un abrazo, y qué bueno que el inicio de 2007 te encontró tan dichoso

Mario said...

Juntacadáveres:

Eso: que como toda educación, la sentimental es un proceso que nunca acaba. Llegamos a un punto en que creemos ser lo suficientemente fuertes como para andar solos en el mundo, y de repente hay hechos o personas que te muestran la falsedad de esa crrencia y la necesidad de "desaprender" y "aprender" nuevas cosas... Quizá la élite a la que te refieras sea una élite de sobrevivientes, de adaptados a las nuevas condiciones de un ambiente siempre cambiante. Es muy evidente en el caso de la educación sentimental respecto de la fidelidad: está muy arraigada en nosotros la idea de que el amor es propiedad, pero los diversos enamoramientos a lo largo de tu vida te van enseñando que a veces la lealtad es más importante. Y probablemente esta idea sea desafiada de nuevo en el futuro: como a los animales, nos van saliendo más escamas y espinas que nos permiten andar por allí con el menor número de heridas... Deshacerse de los héroes primigenios es un poco como asesinar simbólicamente al padre... Un abrazo, y tampoco diré nada más...

Arkturo:

Un poco también la idea de reflexionar sobre la idea de héroe me vino después de ver "Tsotsi". Este niño metido a delincuente acaba tomando las riendas de sí mismo por una vía particular: ser fuerte para poder hacerse cargo de alguien más. No es nada fácil pensar que en el mundo tú eres la referencia primera de una persona: es una responsabilidad enorme. Sobre todo, cuando toda la vida te han dicho que no vales nada y que eres sólo eso: un sobreviviente que tenía que haberse muerto hace mucho tiempo. Cargar con todo eso, y empezar a comprender el significado de la compasión y la responsabilidad, es lo que me fascinó del personaje protagonista de "Tsotsi"... Un abrazo Arkturo, mi héroe favorito de los 16 años, porque así me hubiera gustado ser un poco a mí...

Silencio said...

Ahhhhh acabo de bajar la música de nuevo.

Arkturo said...

no hay marchaa.. a Puebla..

tara ra ra...

M said...

Mundo desconsiderado... individualismo exacerbado que choca contra sí mismo en el largo plazo. Sólo la amistad redime...

Mario said...

Silencio:

Como decía el caudillo, la música es de quien la trabaja... Pero deberías compartir un poco... Saludos!!!

Arkturo:

Ni en Puebla ni en la mayor parte del país, en los dos sentidos del término: de movimiento (porque todo está sospechosamente quieto) ni de marcha madrileña (pues el exceso de trabajo no permite agarrar las maletas, con eso de que si eres spanish ni un vaso con soda, ejeje)... Un abrazo, chaval

Medeo:

El mundo moderno surge de una tensión entre el individalismo y la tradición, entre la herejía y la tribu... Los derechos tienen que poder ser predicados de individuos con filiaciones culturales precisaes e históricamente localizados, pero para defenderlos adecuadamente necesitamos la construcción de un 'ethos' solidario que permita replantear la ficción del contrato social para cada nueva generación de individuos que se sientan fuera del reconocimiento... ¿Será posible, para el mundo moderno, algo así como lo que Aristóteles denominó la amistad civil (esa que púede construir un "nosotros" a partir del reconocimiento de nuestras diferencias? Hace poco oía a Sabina Berman decir que existe un soplo en el corazón de nuestro país, como resultado de la polarización social y de la duda que envuelva al proceso electoral que devinó en la presindecia de FECAL... Me gustó la metáfora dek corazón partido, porque el corazón duele de coraje y rabia, pero a la vez se entristece de impotencia... Un abrazo, Medeo...