Thursday, March 22, 2007

La fuente del anhelo



Las historias de las vidas de los santos, salvo honrosas excepciones, nos muestran que originalmente ellos no estaban destinados a realizar ningún destino excepcional ni a ejercer la virtud moral en un sentido que los acercara peligrosamente a Dios. La imagen que se me viene inmediatamente a la mente es la de la polilla volando torpemente alrededor del foco, y que acabará quemándose sin poder resistir la atracción de un impulso primigenio por el calor y la luz. Por decirlo de algún modo, la llamada de Dios toma a los candidatos a santos por sorpresa, en un momento de tensión extrema. Sin la certeza de que algo más que sus propias fuerzas los estaba sosteniendo –la creencia en la compañía permanente de Dios en un mundo que de otra manera estaría dominado por un silencio insoportable–, los hombres que alcanzaron la santidad no habrían tenido la oportunidad de demostrar una cercanía con la divinidad que ellos mismos desconocían, si es que creemos las polvorientas narraciones de sus vidas.

Lo que en ningún caso nos relatan estas narraciones es el camino de regreso de los santos a la vida mundana –porque nadie puede vivir haciendo milagros las veinticuatro horas del día ni tampoco es posible demostrar la virtud moral, por ejemplo, a la hora de preparar la cena o pagar los impuestos. Tampoco se nos dice hasta qué punto la creencia en Dios es indisociable de la existencia de Dios mismo, en el caso de los santos y en el de los simples mortales que anhelan y se enfrentan con la imposibilidad de concretar su deseo; o cómo es que los individuos en cuestión no se derrumbaron ante la idea de servir de ejemplo de virtud a los seres humanos de los tiempos futuros. Porque debe ser una tarea difícil soportar los sueños de virtud de una humanidad no particularmente proclive a la acción desinteresada. Aun y cuando creamos las historias de las vidas de los santos, esto no acorta la distancia entre esos seres excepcionales y los mortales comunes al momento de plantearse el problema de la existencia de Dios y de su relación con los actos humanos de todos los días. Porque se crea o no en Dios, siempre su existencia resulta una cuestión problemática. Ellos son santos y por ello tienen ganado el cese de su escepticismo; nosotros, en cambio, tenemos que lidiar con la idea de Dios a cada momento, con mayor o menor intensidad, en un mundo en el que parece que el silencio del mismo Dios es total.

Un día, uno se toma una tregua con la idea de Dios –lo que es muy diferente de rendirse frente a las pruebas de su existencia o su no existencia– y aprende a vivir sin certezas, refugiándose en aquellas cuestiones que remiten sólo a la responsabilidad personal y que creemos no implican un cuestionamiento de nuestro lugar en el mundo o del sentido de la vida –lo que quiera que esto signifique. O, quizá, aprendemos a hacer de cuenta que el sentido de la vida es algo diferente del sentido de nuestros actos individuales. O, también, podemos pensar que sólo los santos conocen de primera mano los misterios de lo divino y que nosotros estamos condenados a no saber el final de la película hasta que ya están apareciendo los créditos en pantalla. Podemos estudiar filosofía y luego cine; un día, hacer una película sobre la relación entre la Cábala judía y las fluctuaciones en la bolsa de valores, y años después otra cinta de ritmo frenético y musicalizada por el obsesivo Clint Mansell sobre el sentido de la adicción. Y un buen día, de nuevo se nos atraviesa, como a los santos, la cuestión de Dios y la forma en que referimos todas las preguntas fundamentales de nuestra existencia a esta idea. Al menos, así le ocurrió a Darren Aronofsky, quien después de Pi y Réquiem por un sueño, se esforzó por levantar un proyecto largamente acariciado, La fuente, que enfrentó muchas dificultades económicas y que decepcionó a buena parte de sus seguidores desde su exhibición en el Festival de Venecia en 2006.

Se trata de una película extraña, hermosa en su factura y que revela en Aronofsky una capacidad inusitada para la fabricación de imágenes memorables que, como las muñecas rusas, están contenidas sin que lo intuyamos en la secuencia que es punto de partida de La fuente. Todo empieza y termina en el anhelo de la fuente de la vida, y en el camino se articula un discurso visual que escudriña en la biología de los seres vivos y en la luz de las moribundas y distantes estrellas, para mostrar que el sentido de la vida no es algo que se descubre sino, más bien, una certeza que se construye, y no de manera tersa. Sin embargo, que sea una película visceral, en la que su director plantea sin pudor todas aquellas grandes preguntas sobre el sentido de la vida, no convierte a La fuente en una obra fácil. Aunque a mí me es difícil creer en Dios en un mundo que produce cosas tan hermosas y luego las corrompe con una facilidad pasmosa, respeto profundamente a quien no se cuestiona el sentido de la creencia misma y la abraza sin pudores. Como escribía Cortázar en La casa tomada, de nuevo me da una nausea infinita seguir pensando en aquello que a los otros les basta con sentir.

Aronofsky construye La fuente a partir del sentimiento de extrañeza –alienación– con la vida que se incuba cuando aquella persona que consideramos el centro de gravedad del mundo –de nuestro mundo–, aparece ante nuestros ojos con toda su fragilidad a causa de la certeza de la muerte próxima. Todos sabemos que, en algún momento, nos vamos a morir. De alguna manera, el fin del mundo es una realidad que nos espera al momento de concluir nuestras días. El mundo se termina cuando yo muero y, conmigo, todo aquellos que he constituido como mundo. Cuando se muere un mundo construido por alguien más, y del que ya nos observamos como una parte indisociable, ¿cómo continuar vivo sin sentirse traicionado no por nadie en particular, sino por el sentido mismo de la existencia? Entonces descubrimos que todo aquello de lo cual lamentábamos su corrupción al paso del tiempo, ya estaba un poco muerto desde su nacimiento; que la propia vida engendra la semilla de su destrucción, que el cuerpo se rige por unos pocos genes que súbitamente ordenan la proliferación incontrolada de células, hasta que el organismo en su conjunto acaba colapsándose.

Las cosas más hermosas que creamos, la música que acompaña el tiempo memorable y, por supuesto, la gente que amamos, son entidades que pensamos no deberían cesar nunca. O que no deberían acabar sin que el sentido de nuestra vida se muriera un poco con esas cosas que revelan su finitud al momento de perecer. Porque enamorarse es perder un poco el sentido de la realidad, es construir un patio de juegos en el que sólo tienen cabida dos cómplices que ceden voluntariamente su derecho a iniciar la guerra. Y en ese mundo que se construye a contracorriente de la realidad, Dios no tiene cabida. Dios hace su aparición –ya sea como consuelo, como anhelo o como agente ofensor– cuando nuestro universo personal se agrieta, cuando sus muros ya no son lo suficientemente sólidos como para detener el paso del tiempo. Entonces, clamamos por un Dios más parecido al padre protector que al frío arquitecto de las leyes físicas y del intelecto que perfilan los filósofos. Queremos que Dios, así como colocó el alma en el cuerpo del ser amado con un soplo de sus pulmones, le devuelva su carnalidad con otro poco de aliento divino. Anhelamos también que las leyendas sobre el árbol de la vida del Jardín del Edén o la panacea universal de los alquimistas medievales, sean reales. Queremos que la vida sea eterna, sin darnos cuenta que lo que en realidad anhelamos es la permanencia de la conciencia, y que eso sólo sería posible de lograr para Dios, si existiera.

La única vida que permanece de manera constante, es la que corresponde a las formas más elementales. Nosotros, al parecer, no buscamos tanto la permanencia de un cierto patrón celular y sus funciones asociadas, como la omnisciencia que permita conocer todos los secretos del corazón humano –especialmente de aquél que amamos. Esa es la verdadera fuente del anhelo que nos conduce al anhelo de la fuente de la cual pensamos todos procedemos sin distinción. Aristóteles –un griego muy racional como para creer en las vidas de los santos– denominó a la fuente de la vida como un motor inmóvil: aquél que mueve sin ser movido él mismo, y que es fuente de todo movimiento sin necesitar que nada externo le insufle energía para funcionar. Pessoa –un portugués inmune al dogma e imposibilitado para construir falsos pudores en torno a su nostalgia de Dios– escribió en los versos de El cuidador de rebaños que el niño Jesús, el espíritu santo y la Virgen María servirían de referencia divina siempre y cuando se cometiera la herejía de humanizarlos, de mostrarlos, respectivamente, como un chico travieso que duerme en el césped, como un ave maleducada que defeca sobre la cabeza de los sacerdotes y como la madre que todo lo perdona mientras teje calcetas para sus hijos.

Pero incluso las existencias ejemplares de los santos se consumen con el tiempo. Las historias tendrán que dejar de narrarse en algún momento. Y el ejemplo de virtud moral terminará perdido o distorsionado a fuerza de múltiples repeticiones. Pero la muerte, como clama Aronofsky, permanece mientras las representaciones de Dios varían en el tiempo: la muerte sigue siendo al camino al asombro, por lo menos el que resulta de comprobar cómo no nos hemos resignado a que nuestras propias células contienen, simultáneamente, el germen de la destrucción y el anhelo de la permanencia.

18 comments:

Love doctor said...

Mmmmm...yo no la quiero ver. No me gusta réquiem, y Pi ya se me olvidó, exepto por el choro ese bonito de los patrones matemáticos en la naturaleza. Ojalá a ee ouei le restringieran los recursos, a ver si se engolosina menos con lo bonito y más con lo bello.

Arkturo said...

Una de las mujeres más sabías, extrañas, y praticante profunda del Gnostisismo, me dijo que ea la pelìcula, más fumada, y complicada que pudiera existir en el universo

yo la confundìa desde que me dijo el nombre, con la famosa cinta de tipos que andan juntando dinero para desarrollar un sueño, mismo que lo hacen através de de shows nocturnos.

se me hace complicada. y creo que no ando en tiempos de verla.

allí la tengo en versión no legal.

Miguel Cane said...

"Es difícil hablar del canon cinematográfico de Darren Aronofsky como algo uniforme: esto es, porque definitivamente, el mismo autor lo ha querido así. Ninguna de las tres cintas que ha realizado en los últimos diez años, se parece a la anterior: donde Pi, el orden del caos es un filme inquietante, en buena parte por su bajo presupuesto, compensado éste por una maestría insólita para crear una atmósfera amenazante y para narrar mediante imágenes, su Réquiem por un sueño es, muy posiblemente, una de las películas más devastadoras y brutales de fines del XX: al adaptar la virtualmente infilmable novela de Hubert Selby Jr., Aronofsky consiguió mostrar mediante imágenes y una edición vertiginosa, la auténtica pesadilla del farmacodependiente.

La Fuente de la vida, por su parte, es algo completamente distinto y ha tenido un largo y sinuoso camino para llegar a la pantalla; es, por lo mismo, un testimonio del valor de su creador y de su compromiso con un proyecto que, por culpa de Brad Pitt (sí, Brad Pitt) estuvo a punto de naufragar.

Ahora bien, ¿por qué se espantó el güero? Porque, pese a ser un filme sumamente ambicioso, ésta no es una cinta con atractivo comercial –aunque sí con hartas posibilidades de convertirse en cinta de culto, como las otras de Aronofsky-, pero que se atreve a retorcer los límites de la flexibilidad del medio, en una búsqueda por narrar su historia del modo en que el director la ha imaginado – inclusive, existe una estupenda novela gráfica, ilustrada por Kent Williams, basada en el primer guión, y que en cierto modo, sirvió para dar vida al filme.
La trama es, ante todo, una historia de amor.

Esto queda claro desde el principio, pero no esperen una comedia romántica de Meg Ryan o acaso el romance más realista de Un hombre y una mujer (Lelouch ’66). Aquí, el amor trasciende tiempos y cuerpos. Lo mismo lo atestiguamos en el siglo XVI, que en el presente, que en el futuro distante. Tomás e Isabel, o Tom e Izzi, son una pareja que se enfrentará a la misma muerte para hacer que su amor perdure: la hermosa Rachel Weisz y Hugh Jackman encarnan a la pareja en los distintos periodos de tiempo y les brindan el mismo aire de desesperación, dolor, gozo y temor que componen el espectro de emociones de un amor ante la muerte; Ellen Burstyn hace una breve aparición como la mentora de Tom en la época actual, aportando su presencia como apoyo a la narrativa, incluyendo un breve y conmovedor instante memorable ante un funeral en la nieve, que en el más puro estilo de Aronofsky, sacrifica los convencionalismos de exposición y diálogo, por la creación de imágenes subyugantes y maravillosas, que sirven como marco para los distintos pasajes de tiempo.

Apoyándose en su elenco para hilvanar el relato, Aronofsky muestra una cinta única, que es imposible de categorizar (es mucho más que una historia de amor, o que una cinta de ciencia ficción, o incluso, que una extravaganza visual).

Acaso la experiencia es comparable a ver 2001:Odisea del espacio por primera vez; quizá no tenga un sentido exacto a la primera y requiera más que el compromiso del espectador, múltiples vistas para poder absorber las texturas.

En Venecia 2006, este filme causó polémica y dividió al público. No me extrañaría que esto ocurriera también en su corrida comercial actual.

La Fuente de la vida no nos pide lógica, sino pasión. Y la pasión como espectador es uno de los regalos que más aprecia y difícilmente se otorga a un cineasta. Pero en este caso, Aronofsky no tendrá qué temer: su obra habla por él y lo hace con un hermoso y muy extraño lenguaje."
- publicado en Linterna Mágica, MILENIO Diario, Viernes 2 de marzo, 2007.

Saludos.

Unknown said...

A mi novia y a mi nos encanto la Pelicula

Soorikeit said...

2 cosas.

(rated)

se que es un deproposito, pero hay un libro de Rodrigo Fresan (Argentino Contemporaneo) que justamente se llama VIDA DE SANTOS y es increible, mundano, rayado y santo como solo el puede ser. pues bueh, despues a fresan se le lleno la cabeza de vapor, pero en este libro aune sta en foma, como nunca
ojala lo encuentres que yo el mio lo preste y no lo vi JAMAS de nuevo

el Erario Inagotable said...

Querido Mario:

Espero te encuentres muy bien =) te platico que dice Manu que TF a desbancado a Memorias de Antonia y a Deseando Amar como su película favorita y me dijo que seguro a tí también te encantó, así que entré a satisfacer mi curiosidad =P

Muchos saludos

senses and nonsenses said...

me interesó mucho Pi y tengo ganas de ver The Fountain.
en un momento que mi fé está... no sé como está... tu post me ha hecho pensar. el otro día pasé y no supe que comentar y hoy me pasa un poco igual. pero es probable que lo único que quisieras es hacernos pensar.

un abrazo.

Silencio said...

A mi me gustó, finalmente no se que pasa, 2046 también me gustó a pesar de los buus de los críticos, no se, la autosemejanza en la nieve que resbala, en los patrones de crecimiento del tumor, en Xibalba mismo y en las moléculas del compuesto del árbol guatemalteco, no se y lo intrincado, el árbol, el inquisidor, la imagen, la música, no se, igualmente puede ser excesiva, pero como dije una vez, soy espectador, lejano de ser creador, eso me da la ventaja de disfrutar la película sin buscarle fallas técnicas, aunque claro, hay cosas que me hacen ruido y depende también de mi si dejo que me arruinen la experiencia. Un tipo me topo cuando la fui a ver por tercera vez y me dijo que hay que verla varias veces pa entender, no se, no se que hay que entender, me gustó, tuve mi idea, no traté de analizar el peinado, conteste que le entendí desde la primera, que me gustó de forma enferma. Algo de sacrificio japones, teoría de caos, y el no querer morir y aceptarlo, punto.

el juntacadáveres said...

buieno... hasta que pude sentarme a leer con tiempo y con ganas tus post... largos por más que no quieras y supongo es porque tienes tanto que decir que seguro podrías escribir mucho más... pero bueno... creo que tendría que ver la película antes de opinar... todas las otras mecnionadas algo han ido dejando en mi persona como para pensar que seguro ésta algo aportará... yo, como releí en el libro al que vuelvo por estos días, todavía estoy muy joven para decir si creo o no en dios... esa es una pregunta para quienes estan al final de la vida... y sí, creo que me quedo en este punto de no querer hablar de dios... de ninguno...

saludos... muchos...

Arkturo said...

para mí eres un santo de la filosofía, no hay que dar una diferencia entre el defecto y el efecto que un ser humano puede ocasionar, cuando hay entrega y afecto en uno.

como dijera flavor flave,

a quién me demuestre cariño, le quiero.

tu eres para mía, una idea media bizarra de un santo, que contiene todo ese tipo de escencias.

Josue said...

Mario ya ves porque me caes mal!!
siempre he querido ver esa pelicula pero no le encuentro por ni una parte...

En cuanto a los santos si tienes razon que...
No yo pienso que si es interesante como es que regresan ala vida mundana que los rodean al mismo tiempo que es contra lo que lucha un santo,pero de igual forma ellos lo son, bueno almenos para mi en cierto sentido se han tornado de una manera como de purficar alos demas, claro asi los entiendo, aunque no soy nada religioso.pero creo en dios de una manera muy personal (que conviente, no?)

saludos y un abrazo!!!!
mentira no me caes mal jeje

Silencio said...

Y bueno de los Santos, muchos eran enfermos, y creo que a tal grado que eso provocaba la sensación de milagro en los seguidores, como La hora de la religión y el caso JuanPabloSegundo que tanta es la necesidad (interesada en una, de fé en otra) que hay que inventarles un milagro, demonios no se, que tal Santa Catalina de Siena

Santa Catalina en el Tonel del Odio

esta si estaba bien pirada a mi gusto, no se hay de santos a santos, la gente con fé es la que más se acerca, desde mi punto de vista a lo que dices, fe en la ciencia, fé en el amor, fé en un Dios, no se, no todos los santos me parecen tan santos.

:)

Saludos

Zelig said...

Le he leído a mi pesar, querido Mario, por encima. Porque "La fuente" no se ha estrenada aún por aquí y deseo verla lo más virgen posible pues le tengo muchas ganas. Ya le comentaré.

Un abrazo,

Z

Mariluz Barrera González said...

El tema de los Santos se me hace muy complicado para hablar de él, yo les admiro la inteligencia y la postura de apertura, tal vez eso ahora es sinónimo de locura, porque ahora nadie se abre a nada, todos ya tenemos respuestas, no hay nada que preguntarse, ya todo està dicho, los dramas existenciales que vivieron estos seres me parecen muy humanos, sumamente carnales y con un deseo enorme de descubrir que nuestra esencia como seres va mucho mas allà que la simple carnalidad; y ellos luchan por esto, no son solo seres que nacen con este anhelo, al contrario, en todas las historias te encuentras con una lucha constante, que a mi parecer debièramos de tener todos, sin pensar que todo está dicho y al final todo resuelto; son las preguntas las que nos abren las posibilidades; ni siquiera el objetivo creo yo sea encontrar la respuesta.

UN BESO.

Unknown said...

Lei alguna biografia de santos, las de los niños portugueses, por ejemplo. No creo que su vida fuese ejemplar. Hoy en ida hubiesen acabado en el manicomio. Vieron el infierno, se ataban cuerdas bajo la ropa par sufrir. Que tiene eso de ejemplar? Eso se llama masoquismo.

No lo entiendo y creo que las vidas ejemplares de algunaos santos tienen lo peor de la religión, que es el fanatismo y la adoración de las imagenes y lso simbolos, algo toalmente alejado del espiritu del cristianismo.

Soy ateo.

Mario said...

Lovedoctor:

Es que estaba muy pirado (aunque divertod) eso de los patrones matemáticos y las fluctuaciones de la bolsa de valores. Y luego la idea de que la máquina, al procesar el algoritmo del nombre divino, tomaba conciencia de sí misma y se suicidaba, o algo así... Me gusta esa idea de distinguir lo bonito de lo bello, que por supuesto no son lo mismo... Aunque es muy cruel que un cineasta le desee a otro que se quede sin lana para filmar... Saludos, y ya hay que ir pensando en la premiación de la peli de Julián Hernández, que es muy bella y también bonita.

Arkturo:

Aunque sea en versión ilegal, vete a verla, para que me digas si te pareció una gran película, una tomadura de pelo, o simplemente una película normal, con buenas y malas cosas... Y por lo otro, nada de santo. Soy demasiado terrenal para eso: carnívoro por naturaleza, perezoso a más no poder, obsesivo con cosas inútiles, lujurioso devorados de imágenes y palabras. Todo lo que se prohíbe en el Manual de la Vida de los Santos aprobado por el Papa... Cuídate mucho...

Miguel:

Es cierto: hay que dejar que las obras hablen en lugar de las justificaciones. Me gusta (porque me la he apropiado en momentos de derrrota) esa idea de Paul Valery según la cual "uno quiso decir lo que quiso decir, pero acabó diciendo lo que acabo diciendo sin que quisiera". Hay una distancia enorme, insalvable, entre las intenciones y los resultados, entre las expectativas y el enfrentarse con la creación concreta. Sin duda, Aronofsky había puesto el listón muy alto. es un tipo talentoso, que hizo que Ellen Burstyn llegara al límite de sí misma en "Requiem..." y ahora presida ese ritual de duelo en la nieve... A veces, incluso, las creaciones humanas (como las películas) son algo totalmente diferente de lo que originalmente planeaste... Un abrazo. Qué maravilla lo que has escrito y que verá próximamente la luz pública!

Geek:

Esas son las películas que más me gustan más últimamente: las que acercan más a la gente, las que dan pretexto para reconocer el gusto en la mirada del otro sin que sea necesario preguntarle qué le pareció lo que acaba de ver. Aunque "The Fountain" te confronta con preguntas que la gente enamorada no quisiera hacerse, al menos no mientras no sea necesario... Gracias Geek. Saludos a ti y a la novia...

Don Zuricato:

Me has despertado la curiosidad por ese libro de Fresán. Me gustan las obras de los autoes a quienes acaba llenándoseles la cabeza de vapor. El exceso de ideas luego provoca confusión. Y el momento previo a verse dominado por la confusión, es uno de los más lúcidos que pueden haber... No me interesan tanto las vidas de los santos, como los motivos de quienes las reconstruyen... Saludos, y no andes prestando libros a personas non santas...

Sr. Inagotable de Mandarino:

Yo también lo sospechaba que a ustedes les había gustado la peli. Aunque "In the mood..." al final acaba preguntándose por el sentido del vacío que deja el amor correspondido, pero negado, y qué se hace con él, aparte de depositarlo en la oquedad de un árbol... Y luego en "2046", el ser que no puede corresponder el amor es un androide cuyo mecanismo también está sometido a un proceso de decadencia, y quedan los interminables túneles por los que pasan los trenes para dejar que el deseo se aleje lo más rápido de nosotros... Conoces "Totó, el héroe"? Esa peli podría unirse a estas tres que has mencionado en el olimpo de Manu... Un abrazo, a ambos

Senses:

Esa preguta (la gran pregunta, la pregunta que se escribe en mayúsculas y demanda respuestas también en mayúsculas) siempre vuelve a aparecer. Me da la impresión de que nunca se va, y de que las otras cosas que hacemos son la forma encubierta de darle respuesta. Yo a veces pienso que la tengo domada, porque no me surge al paso la inquitud. Y luego compró un boleto para el cine, después del trabajo, con la cabeza llena de cosas mundanas como pagar la cuenta del teléfono, y aparece de nuevo la pregunta en cuestión... No creo que haya posibilidad de darse una tregua con la pregunta por el sentido de lo divino, a menos que caigamos en el cinismo o en el dogamtismo... Un abrazo, querido Senses...

Mario said...

Eduardo, el terrible:

Nadie se quiere morir, aunque luego la muerte ejerza una extraña seducción sobre uno. Y también nos resistimos a dejar morir la imagen que uno tiene de sí mismo y que le impide rendirse a la belleza, cuando la contempla. Yo siempre he pensado que la primera vez que se está frente a algo impotante (una persona, un libro, una película) es la definitiva. Luego se ve al objeto en cuestión bajo perspectivas diferentes, aparecen defectos que no se habían notado y virtudes que no parecían virtudes. Pero siempre las otras visiones de las cosas tienen como referencia el encuentro primero. Por eso quisiera ver todas las películas que amo, de nuevo por primera vez. Pero también quisiera verlas y saber cómo crecen y cambian con el tiempo, mientras yo me hago viejo y proliferan en mi las células que a la menor provocación empezarán a crecer de manera desordenada pata darme un golpe de estado... No podría estar más de acuerdo con lo que dices. Me parece acojonante que Wong Kar Wai haya hecho la película que quiso con "2046" y que Aronofsky haya derribado todas las expectativas que se tenían sobre su siguiente obra... Y luego está la cuestión de los otros santos, los que se santifican a sí mismos y están más emocionados por la ceremonia y las estampitas que por la fe... Me gustó "La hora de la religión" y no entiendo por qué quieren canonizar a Juan pablo II, a menos que la misoginia, la homofobia, el conservadurismo y la doble moral sean motivo de laudo... Un abrazo, que también el día de hoy ando con un derrame en el ojo

Junta:

Quiero sacudirme las palabras innecesarias, y tratar de decir más con menos. Gracias por la paciencia de volver siempre por aquí, y hacerme saber acompañado... Suspender el juicio no es cosa fácil: eso trataron de hacer los filósofos escépticos. Hay buenas razones para creer, y otras igual de buenas para no creer. ¿Qué hacemos mientras? ¿Cómo nos deshacemos de preguntas así de incómodas? ¿Cómo responder aquello que ni siquiera puede articularse como pregunta, y que sin embargo despierta la incomodidad? Tal vez si sea una pregunta para los últimos años de la vida. Aunque es bien curioso que la pregunta también aparezca en relación con las personas que quieres: que exista eso de lo que uno se enamora, ¿qué sentido tiene si no hay sentido? ¿Hay algo que detenga la corrupción de todo lo que está destinado a corromperse?...

Josué:

Tú también me caes bien, y no sólo por esos últimos posts bastante existencialistas y azotados. Ya ves que el esqueleto tiene que acostumbrarse a caminar por el mundo y que la marioneta puede desprenderse de su cruceta.... Pasó muy rápido la película de Aronofsky por la cartelera. Cuando la vi, la chica de al lado no podía parar de reir. En principio me molestó. Pero, ¿quién demonios soy yo para decirle a alguien cuando se debe reir o cuando debe llorar (como yo en ese momento)? Aunque no quisiera ser santo, a veces quisiera tener la paciencia de uno como Job, para aprender a soportar sin imponer o cuestionar lo que no tiene respuesta... Saludos, querido Josué...

Querido Zelig:

Tus ojos siempre serán vírgenes, aunque te sometas a esas bacanales de cine y literatura. Ni un santo podría haberlo hecho mejor... Es raro, a veces las pelis llegan primero a España y luego a México. Pero últimamente he visto casos al revés. "La fuente" no se ha estrenado. Y hoy leía en "El País" que "Notes on a Scandal" apenas se ha estrenado ayer en tu tierra... Cuando veas la peli, me cuentas. Tal ves me dejé llevar por la belleza de las imágenes, por el rostro enamorado de Rachel Weisz, por la música de Mansell y Mogwai, por la mirada de compasión de Ellen Burstyn... Un abrazo, santo y virgen, jejeje

Mariluz:

Me gustan las historias de los santos que tienen virtudes cristianas y laicas. Porque, precisamente, muestran la tensión entre las demandas de la fe y las del mundo. Como el buen Job, tratando de aceptar que "lo que Dios da, el mismo Dios lo puede quitar". Leía un texto de Hans Joas que habla de Job y de cómo a través de la historia de su vida se transparenta una idea que no estaría disponible más que a partir de este relato sacro: Dios se ha retirado del mundo, para dejar al ser humano la posibilidad de decidir, de ejercer su libertad. Dios no sería ajeno al sufirmiento humano, ni tampoco su causa, al permitirlo. Dios se ha retirado del mundo, después de constatar que la paciencia de Job palidece frente a las cuotas de dolor que la historia ha infligido a los seres humanos. Y como la historia la hacen los seres humanos, pues sólo queda el vacío, y para Dios la tarea de retirarse del mundo para dejar al hombre sólo con su responsabilidad... Joas, evidentemente, usa esta parábola posmetafísica para poner el acento en la responsabilidad humanas... Un beso...

Fanmakimaki:

Estoy totalmente de acuerdo contigo. Hoy precisamente, escuché una conferencia de una profesora irlandesa, Maeve Cooke, que se preguntaba por el lugar de las afirmaciones religiosas en el debate público. ¿Hasta qué punto las personas pueden usar sus argumentos privados en el espacio público? Esta pregunta la tendrían que responder cada generación de ciudadanos, pues en política no hay respuesta definitivas. Evidentemente, la gente refiere siempre la verdad y la autenticidad de su identidad a un trasfondo, si no religioso, si moral. Y en moral, no hay posibilidad de acuerdo. La profesora irlandesa decía que el debate público debía permitir las incursiones religiosas en la esfera pública, siempre y cuando estuvieran libres de tentaciones autoritarias, de imponer a otros su visión particular de las cosas. No sé si esto sea posible: soy agnóstico, pero para fines prácticos razono muchas veces como ateo... Me revienta esa idea de que como "mi reino no es de este mundo", entonces le deje a otros la responsabilidad por el cuidado del mundo.... Un abrazo, MakiMaki

Unknown said...

Un abrazo.