Frente a la mayoría de los cineastas actuales que rehuyen cualquier posicionamiento moral sobre el desastre de la sociedad actual o se deslizan francamente hacia el cinismo, los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne ensayan un género olvidado desde la época de Erich Rohmer: el cuento moral. Sus películas no son fábulas con moraleja, porque este género busca inducir la enseñanza desde la posición de superioridad del moralista; en cambio, son cuentos morales porque plantean algunas de las preguntas más dolorosas sobre el estado de los vínculos emocionales entre las personas que llegaron tarde a la repartición de oportunidades, entre individuos incapaces de encontrar su lugar en el mundo moderno porque han sido convertidos en lo que Zygmunt Bauman denominó los "saldos de la globalización". Plantean las preguntas, pero son tan generosos y faltos de pretensiones moralizantes los hermanos Dardenne, que dejan al espectador ensayar respuestas posibles. Como no existe determinación y lo que prevalece en estos cuentos morales es la libertad de elección, no pueden plantearse respuestas definitivas. Pero el que no haya respuestas contudentes, no vuelve irrelevante la cuestión. La pregunta tiene que hacerse si es que pretendemos poseer conciencia moral ¿Qué significa ser padre para quien nunca ha tenido uno propio? ¿Existe eso que las tradiciones comunitarias y nacionalistas llaman el instinto paterno? ¿Es posible la construcción de vínculos sentimentales sólidos en un mundo económicamente voraz que busca volver todas las cosas mercancías de consumo? Los hermanos Dardenne no enfatizan, no adornan con música lo que no necesita floritura. Sólo están allí con su cámara: registrando lo que pasa con la menor cantidad de distracciones posibles. Ficción pura, eso sí, pero con una pureza en la puesta en escena que remite a grandes maestros del cine como Robert Bresson. (En un tono y con propósitos distintos, Chabrol es otros de estos maestros de la discresión). Mientras la mayoría de los cineastas actuales (con Gónzalez Iñnarritu a la cabeza) se preocupan por hacer notar que sus películas son de ellos y de nadie más a través de un proceso de sobrestilización y abuso del encuadre múltiple y el montaje de inspiración videoclipera, los hermanos Dardenne eligen la discresión, pasar desapercibidos con su estilo. El propósito es que la pregunta sobre el sentido moral de los actos que retratan llegue de manera directa al espectador. Primero fue "La promesa", luego "Rosetta" (en la que la protagonista descubría que se había quedado sin gas y sin un peso para comprarlo, precisamente, el día en que por fin decidió suicidarse, cansada de la vida), a continuación vino "El hijo" (en la que se planteaba la posibilidad del perdón frente a uno de los peores crímenes que se pueden cometer).... Dos Palmas de Oro contundentes, una para "Rosetta" y otra para "El hijo", si es que los premios todavía significan algo. Ahora, en la Ciudad de México, se estrena "El hijo"... Una de las mejores películas de este y de muchos años, de disfrute obligatorio (si es que puede haber un placer que se cumpla por obligación).
1 comment:
tu habilidad es indiscutible, admirable y envidiable.
dicen por ahí que soy un jotch caprichoso en asuntos de cine (y en muchos otros probablemente), mi relación con ese cine tan "desnudo" no es precisamente estrecha y, sin embargo, "me compro" tu entrada.
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