Como me dijo mi amigo Pedro el día de ayer, Ripstein supo que fue mi cumpleaños y como regalo me mandó a tres cines que me quedan muy cerca del trabajo la penúltima de sus películas. Como tengo que agradecerle el favor, aquí van cinco razones para no quedarse con las ganas, y aventurarse en cualquiera de los tres cines que exhiben La virgen de la lujuria (y a la expectativa de que no pasen cuatro años para que llegue a los cines su siguiente película, El carnaval de Sodoma):
1) El uso de los planos-secuencia. De acuerdo con Andrei Tarkovski, filmar es en buena medida esculpir el tiempo. Por medio de la edición, se pueden hacer próximos períodos de tiempo que son muy distantes; es posible además concatenar dos situaciones aparentemente ajenas para mostrar sus posibles interrelaciones y trastocar el orden de las cosas. Los verdaderos artistas pueden plagiar descaradamente ideas e imágenes de todo tipo de fuentes; su genio radica, precisamente, en la forma en que mezclan todas esas influencias para recontextualizarlas y subvertir su sentido original. Filmar es modelar el tiempo, pues, para contar una historia; ni que decir del flashback o la elipsis. Pero una adecuada edición no significa cortar a cada momento para demostrar la pericia técnica del director. Cada historia tiene un ritmo propio, y a expresarlo contribuye o entorpece el editor. En el caso del cine reciente de Arturo Ripstein, a partir de El imperio de la fortuna (1986), las historias se cuentan a partir de planos-secuencia interminables, contundentes, y de una elegancia que raya en la farsa. Inicialmente, empatar las secuencias de la película con el transcurso de una sola toma le vino a Ripstein (él lo cuenta en el libro Arturo Ripstein habla de su cine con Emilio García Riera) por motivos de economía. Filmar de un solo golpe una secuencia, le permitía un control casi teatral de la puesta en escena. Sin embargo, gradualmente la escritura de Paz Alicia Garciadiego ha hecho del plano-secuencia una herramienta fundamental para contar las historias de celos, pasiones y sueños rotos que definen el universo ripsteiniano. Las emociones que narra Ripstein son como serpientes que se muerden la cola de manera autodestructiva; sus universos son templos en ruinas en cuyo interior van añejándose sin pieda el deseo y la culpa. A emociones y escenarios predestinados a la tragedia, corresponde una forma claustrófobica de puesta en escena. En La virgen de la lujuria, la depuración del plano-secuencia llega a un nivel casi perfecto (independientemente de que existan películas más afortunadas en la obra de Ripstein). De hecho, en los Estudios Churubusco de la Ciudad de México se construyó un único escenario para la película: el “Café Ofelia”, con sus vericuetos y sótanos poblados de seres marginales, a la espera de la revancha. El primero y el último planos-secuencia de la película me parecen de los mejores que ha filmado Ripstein en su carrera (junto con el final de Principio y fin, el monólogo inicial de Arcelia Ramírez en Así es la vida y el del suicidio de Lucha Reyes en La reina de la noche).
2) La música de Leoncio Lara (el de Bon y los enemigos del silencio). La música que acompaña a la primera secuencia de la película puede escucharse y descargarse desde su página: www.myspace.com/leonciolarabon.
3) La reelaboración lúdica (a veces, en tono francamente fársico) del tema de la herencia española en la cultura mexicana. Los españoles inventaron el cuplé, y los mexicanos lo usan en La virgen… para cantar las desventuras de un pueblo conquistado. Los españoles conspiran para matar a Franco, y un pobre mesero con la autoestima en el piso convierte esta aspiración política de libertad en la ofrenda para ganarse el amor de la prostituta interpretada por Ariadna Gil, la Virgen de la Santa Lujuria. Hasta un anarquista español se pasa la vida haciendo montajes de los momentos clave de la historia europea, pero corrigiendo lo que en la realidad salió mal, usando al personal del “Café Ofelia” para su propósito coreográfica (este personaje me parece el mayor hallazgo de la película de Ripstein). Finalmente, la herencia, la distancia entre uno y otro pueblo, se revela como una convención identitaria más flexible de lo que españoles y mexicanos estarían dispuestos a aceptar.
4) La estilización del lenguaje popular que realiza Paz Alicia Garciadiego. Como decía Carlos Fuentes, en todo lugar común del lenguaje, radica una pizca de verdad en el fondo que debe ser desenterrada. Por eso es que los boleros, siendo puro lugar común, continúan siendo efectivos a la hora de enamorar; por eso es que uno siempre usa las mismas metáforas amorosas para describir el deseo y siempre pensamos que son tan originales como el sentido del amor que decimos profesar; por eso es que siempre que pedimos perdón tenemos ya antes una imagen (quizás extraída del cine) del final feliz o trágico de nuestra faena. Los mexicanos no hablan como en las películas de Ripstein, y sin embargo el genio de Paz Alicia implica que podemos reconocernos en todos nuestros vicios y máscaras en los diálogos que traman los personajes que sólo a ella se le pudieron ocurrir. Alguna vez leí que Paz Alicia decía que cuando no lograba comprender a un personaje, lo que hacía era rascarle las tripas para obligarlo a dejarle echar un vistazo a su alma. En La virgen… esto es más cierto que nunca.
5) Finalmente, para llevarle la contra a todos los críticos nacionales que apenas ven un Ripstein en cartelera, y sin haberlo visto antes, convierten en herejía acercarse siquiera a echarle una mirada al póster de la película.
4 comments:
Híjole, no la he visto, y ps la neta eso del derroche de virtuosismo, del miren nomás qué complicado está mi plano secuencia que se cagan, aunque no sirva más que pa que vean lo chingón que soy, no se me dá. Perdón.
Tienes mucha razón cuando dices eso de los directores que se engolosinan con la técnica, tanto que acaban dificultando y no transparentando la historia que cuentan. Ese es precisamente el chiste, me parece, en el caso de Ripstein: que no se trata sólo de una demostración de pericia técnica. Ve el plano final de "Principio y fin": en el guión original venía que el suicidio ocurría en el metro, y ante la negativa de las autoridades, hubo que resolverlo de alguna manera. De allí surgió ese plano-secuencia que empieza en la puerta de unos baños de vapor y termina con el suicidio del hermano junto a las calderas... Pero, bueno, esa es la maravilla del cine: que uno siempre puede discrepar... Te mando un abrazo, Dr. Strangelove.
Me gusta Ripstein, creo que está subvalorado en México, pero no pude mantenerme despierto durante La Virgen de la Lujuria. La ví en video hace como un mes...bueno, la traté de ver. Me pareció excesivamente inclinada a la alegoría, no entendí un carajo...Creo que Ripstein haría películas mucho más interesantes si no tuviera tanto apoyo externo, económicamente hablando, para hacer simplemente la primer película que le parece. Creo que se beneficiaría de la disciplina del artista qu enecesita ser exitoso con el público para conseguir su siguiente trabajo.
Alexandro:
Tienes razón en una cosa (aparte de que la película es excesivamente hermética y en ocasiones francamente confusa), Ripstein debería repensar un poco que las películas se hicieron para verse y no sólo para compartir con otros la visión que se tiene del propio ombligo... En este sentido, aunque a mi no me entusiasma tanto el cine de González Iñarritú habría que pensar por qué sus historias han logrado una comunicación tan profunda con personas de muy diferentes regiones... Me gusta pensar en "La virgen de la lujuria" como la calificó el crítico de cine de "El País": como una cumbre que cojea... Gracias por venir por aquí, y suerte con el guión en Madrid...
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