Sunday, December 03, 2006

La vida sin mí, pero con mis palabras





En Lo que queda de Auschwitz, el filósofo italiano Giorgio Agamben formuló un juicio radical sobre el estado de nuestra memoria colectiva respecto del exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial: no existe el testimonio completo, porque éste sólo podrían narrarlo los muertos. No obstante, Agamben señala lo que ocurrió en los campos de concentración tiene que ser narrado y discutido en público, para integrar una memoria histórica que haga justicia tanto a los sobrevivientes como a quienes se perdieron para siempre en esos espacios donde las personas eran reducidas a una condición animal. Porque el problema fundamental con las narraciones sobre el totalitarismo es que son un asunto de justicia más que de expresión estética. Nos encontramos, entonces, con una tensión aparentemente insuperable: la de narrar el horror, sabiendo que esta tarea es imposible de una manera que haga justicia completo a los muertos.

La salida que da Agamben al problema del testimonio sobre el totalitarismo es ingeniosa, pero políticamente responsable al mismo tiempo: distinguir entre el testimonio completo y el incompleto, y señalar cuál es el uso moral que podemos darles a cada uno. El testimonio completo es imposible de recuperar, porque pertenece a los individuos que tuvieron la oportunidad de conocer el funcionamiento íntimo de la cámara de gas, precisamente, porque perecieron en éstas. El testimonio incompleto es lo único que tenemos para conocer, por una aproximación indirecta, el horror del campo de concentración. Agamben señala que los relatos de Primo Levi, Claude Lanzmann o Jean Amery constituyen testimonios incompletos valiosísimos para entender los peligros del nacionalismo exacerbado y la discriminación. Entre el testimonio completo y el incompleto se establece una desproporción: los muertos podrían decir más que los vivos, pero son éstos últimos a quienes corresponde la responsabilidad de narrar el mal. Entre ambos tipos de testimonios, surge un remanente, un resto de dolor y sufrimiento que no puede ser expresado. Esto es, precisamente, lo que queda de Auschwitz para Agamben. Es necesario narrar lo ocurrido, pero sin disfrazar el remanente de Auschwitz, es decir, la desproporción entre el testimonio potencial de los muertos y el real de los vivos. Y para cumplir este deber moral y político con los muertos, sólo tenemos las palabras y su potencial expresivo, es decir, lo que expresan sorpresivamente cuando pensamos que ya están agotadas.

Isabel Coixet es una cineasta catalana que está familiarizada con la experiencia de la pérdida, de la muerte y de la posibilidad de sincerarse con uno mismo cuando ya no nos queda nada que perder, es decir, cuando tomamos conciencia de nuestra propia mortalidad. La vida sin mí fue una película estupenda, que me hizo sentir la dimensión escalofriante de tender lazos amorosos con las personas, en un mundo que muere un poco cada segundo que pasa. ¿Qué sentido tiene construir vínculos de amor con la gente, si el día de mañana tu propio cuerpo te puede traicionar y rendirse ante el peso de la muerte y la enfermedad? ¿Para qué sirve el tiempo que se vive como la promesa de iniciar un día que puede ser mejor que el anterior, si sabes que ya no te quedan más días por delante? No obstante, al final de La vida sin mí queda un sentimiento de gratitud, que resulta de una cierta incomodidad con el propio cuerpo que se muere un poco todos los días, pero también de constatar como ninguna interacción con otros cuerpos es tan grave como para no disfrutarla aunque sea un poco.

Nunca me espere que Isabel Coixet llevara La vida secreta de las palabras a un territorio tan espinoso como el de tratar de decir algo sobre la resonancia política del dolor y la muerte que se viven en un plano personal. Y, sin embargo, lo ha hecho con una valentía y una sensibilidad poco comunes a la hora de vincular la experiencia particular del dolor con un contexto político reconocible. Y lo más extraño de la película, es que la transición entre uno y otro planos de reflexión, el moral y el político, llegan sutilmente y, por tanto, te toma tan desprevenido que acabas derrumbándote frente al dolor de lo contado (Aunque son películas totalmente distintas, me acordé de Juego de lágrimas y la forma en que Neil Jordan hace que su reflexión sobre las tensiones políticas en Irlanda acabe vinculándose con una reconsideración sobre la libertad sexual y la forma en que uno nunca sabe de quién puedes terminar enamorándote, hasta que te sucede).

En La vida secreta de las palabras, paradójicamente, lo que priva la mayor parte del tiempo es la incomunicación o, mejor dicho, la comunicación a medias y por canales no verbales. Sólo una vez que los protagonistas reconocen que entre ambos se ha establecido la confianza, le arrebatan todo su poder a las palabras para revelar el motivo de su desolación en medio de esa plataforma petrolera. Y entonces, se despliega en toda su complejidad la vida secreta de las palabras, es decir, su poder para expresar lo que queda de una experiencia de dolor que es resultado de la barbarie, la irresponsabilidad política y la complicidad de un mundo que tolera que la violencia a gran escala e ideológicamente justificada siga ocurriendo. Isabel Coixet sabe, como Agamben, que es imposible la representación fidedigna de la muerte provocada y del dolor asociado a la humillación. Pero sabe que tampoco se puede dejar de contar lo ocurrido. Entonces, deposita su confianza en el poder de las palabras, para poner en escena de manera indirecta, aquello que no se puede mirar directamente sin caer en el pesimismo absoluto.

Y este tour de force lo completa Isabel Coixet en medio de imágenes de una belleza extraña, que están allí, mostradas sin ser enfatizadas: el baile de los dos amigos que escenas antes vimos besarse en un arrebato de ternura, la oca deambulando por la plataforma solitaria, la mirada triste del hombre que quiere salvar a los mejillones de la contaminación, la meticulosidad del personaje de Sarah Polley al cumplir con su trabajo, el encuentro breve entre los personajes de Tim Robbins y Leonor Watling, la secuencia que recorre los escenarios vacíos de la plataforma petrolera mientras de fondo suena “Hope There’s Someone” de Antony and the Johnsons… En fin, una de las mejores películas que he visto este año…

5 comments:

Issa said...

Es curioso; precisamente me la he pasado horas de esta semana analizando los planos de La vida sin mi; porque cierta narrativa que tiene, de lo cuasi documental a lo póetico, es lo que creo que va a funcionar para mi siguiente película. Ahora me toca analizar Personal Velocity de Rebecca Miller, de ilustre linaje. No la he visto, sólo leí la colección de narraciones, que me removió cosas en las entrañas. La que sí vi de Miller fue The Ballad of Jack and Rose, que me parece espléndida. Por favor, si te puedes escapar, ve a ver Little Miss Sunshine, y luego me platicas qué te pareció.

Tessitore di Sogno said...

Preguntarse qué sentido tiene construir vínculos de amor con la gente si vas a morir se me hace un tanto para que inhalar si vas a exhalar, vuelvo a mi teoría de que disfrutar cada instante es el único modo de no morir con un dejo de insatisfacción.

Como buen escorpión estoy muy ligado a la muerte, me agrada mucho el tema y no le tengo miedo y pues me viene a la mente una cita anónima que vi en el once, "Cada que un camino llega a su fin es el comienzo de uno nuevo", creo que la muerte es transformación, realmente es el comienzo de algo nuevo y emocionante, es el concepto de muerte que más me convence.

"La vida secreta de las palabras" tal vez podría ser el trasfondo de contar emociones por ejemplo con miradas y caricias, al menos yo así prefiero contar mis historias y obviamente mis emociones y si, sería injusto contar una historia si no tenemos el mejor punto de vista, el de los protagonistas que ya no están.

Arkturo said...

estoy de acuerdo con la opinión de el chico anterior, en la relación que conlleva la muerte con nuestras vidas, y el hecho de que siempre estará allí esperando. la mayor parte de la psicología y manera de ver de la gente sobre la muerte es pésima. pero no hay que alarmarnos, belleza que constituye un descenso debe de ser comprendída, dios o quizás aquel ser que la gente no sé como considere, nos brinda la vida sin comlejidades, el mundo es tán sencillo como un ajedréz. el mundo está enfermo, no es necesario escribir diezmil libros sobre autosuperación e investigación, aún la gente no ah comprendido la belleza que implican las transforamciones de la vida, ..aún sabiendo que en vida estás muriendo

"mil nubes grises corren detrás de mí, y ni si quiera una me decolora"

nos vemos mario, al parecer tú serás mi padrino que me guié en esté tan enorme camino que da a lo mismo "el camino y mundo de las palabras"

un saludo desde donde esté
por cierto, tienes teléfono, me agradaría platicar con usted

duht

el Erario Inagotable said...

Siempre pensé que una plataforma petrolera sería una interesantísima locación para exponer sentimientos y desarrollar psicologías complejas de los personajes. Lo que más me sorprendió fue lo hipnótico aunque sea cliché de la imagen de personas viviendo enmedio del inmenso mar.

saludos!

q tal mi vida sin mí?

Mario said...

Issa:

Esa nueva película estará interesantísima. En tu película hay un momento privilegiado de tu observación de la realidad de estos adolescentes de treinta años, cuando retratas al personaje de la Gollás tallándose la celulitis de las piernas hasta hacerse sangrar. Me acordé por eso de ir de lo documental a lo poético, sólo que aquí das un paso más en dirección del sentido del humor. Retratas en ese momento, a la perfección, la lucha de esta mujer consigo misma, con lo que quiere ser y con lo que la gente espera de ella... "La vida sin mí" es una película muy hermosa. Algún día deberías invitar a Sarah Polley a integrase a tu troupé de actores... Precisamente el día de ayer descubrí por causalidad una devoción compartida con una amiga muy querida, por esta película de Rebecca Miller con Daniel Day Lewis (que ya sabemos que no puede actuar mal ni por equivocación). Me parece una de las películas más injustamente valoradas de los últimos años y que se adentra en un terreno muy espinoso de una forma poética, con sentido del humor y entrañable. Acabas dolorido de que ese mundo tan perfectamente construido por el padre y la hija, esté condenado a colapsarse. Una genialidad de película y hay que seguir de cerca la carrera de Miller. Por lo pronto, buscaré esa peli anterior que dices, pues no la conozco... Vi "Little Miss Sunshine" y me puso de muy buen humor, viendo a ese abuelo que desde el más allá acaba haciendo una broma que le impide redimirse. Además, la presencia y expresión facial de Steve Carrel corriendo todo tieso hacia quién sabe donde, no tiene precio.... Un abrazo Issa, y suerte con los proyectos nuevos...

Tssitore:

Querido amigo, no podría estar más de acuerdo contigo. Quizá lo que escribí ese día sonó bastante pesimista, por el particular estado de ánimo en que me encontraba. Por eso se me olvidó decir que la película es sobre todo una celebración de la vida, desde la certeza de la muerte. Como dice la canción de Antony and the Johnsons que rubrica la película, "Hope there's someone to take care of me when I'm dying, while I go"... Gracias por los comentarios, siempre es grato saber que te leen con atención

Arkturo:

Efectivamente, la vida es tan maravillosa como para ser cruel y generosa a la vez. Y nada de lo escrito puede captar la fragilidad de los momentos que son a la vez crueles y hermosos. Pero bien vale la pena seguir esforzándonos por tratar de decir algo sobre la muerte, desde nuestra posición de vivos. "Amanece, que no es poca cosa", como decía el título de una película española muy divertida... Gracias por tu presencia por acá. Soy padrino, pero mis arcas andan un poco saqueadas estos días, así que el bolo será discreto y más bien simbólico...

Erario:

La pelícla añadió una cosa más a mi lista de cosas por hacer antes de morir: pasar una temporada en una plataforma petrolera. ¿Te imaginas lo que sería estar rodeado de agua todo el día y escuchando el rumor del mar de manera permanente? La gente debe de experimentar transformaciones muy interesantes... "La vida sin mí" es hermosísima. Con sólo tres películas (aunque no conozco la primera "Cosas que nunca te dije"), se ha vuelto una autora que quiero seguir para descubrir sus próximos pasos... Saludos, a ti y a Manuel